En el imaginario de la gente, todavía persiste la idea de que las aguas de la cuenca del río San Marcos tienen poderes curativos. Es un mito que viene desde la época en que este territorio del norte de Punilla era habitado por aborígenes.
La paradoja es que esa agua "mágica" es la que provoca un problema de salud bucal entre los pobladores. La cuenca tiene exceso de flúor, un elemento con fama de ser anticaries, pero que al ingerirlo en exceso provoca manchas en los dientes.
Esto es lo que detectó un grupo de docentes, investigadores, egresados y alumnos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Trabajan en la zona desde 2005. En los niños, estas manchas dentales están provocando problemas de integración cuando abandonan su paraje para concurrir al secundario.
Ahora, el grupo está trabajando en el diseño de un dispositivo que permita reducir los niveles altos de flúor que naturalmente tienen las aguas de la zona. Para realizar la tarea, recibieron un subsidio de la Secretaría de Extensión de la UNC.
"La fluorosis es una enfermedad que afecta dientes y huesos. Se da por exceso de flúor, principalmente por ingesta de líquidos. Según la Organización Mundial de la Salud, el agua debe tener no más de un miligramo por litro. En la zona encontramos de 2,5 a 3,5 miligramos por litro", asegura Eugenia Piñas, docente de la Facultad de Odontología de la UNC y coordinadora del grupo.
El exceso de flúor en el agua se debe a que las rocas tienen gran cantidad de ese elemento, que pasa a los ríos. La ingesta promedio de flúor es de 3,97 miligramos por día, cuando lo máximo recomendado para niños de 7 a 11 años de 1,68.
"Cuando excede este margen, en vez de ser algo bueno con propiedades anticaries, el flúor empieza a ser patológico. En los dientes se manifiesta como manchas, que van del color blanco a marrón. Es un diente menos calcificado y más proclive a fracturas, caries y pérdida de la corona", explica Piñas.
En 636 superficies dentales (las diferentes caras de cada diente), el 86,7 por ciento mostró grados de fluorosis dental, desde leve a severo. La enfermedad es irreversible. "Es un problema estético y funcional, pero lo estético provoca problemas de integración social", dice la codirectora del proyecto, Raquel Gallará, de Odontología.
"Hay muchos métodos para reducir la cantidad flúor en el agua, pero son caros y sofisticados. El objetivo es buscar uno que sea barato y que pueda ser construido por los propios pobladores", comenta Gallará.
"La solución no es ir e imponer algo. Queremos que, en el tiempo, la comunidad se haga cargo del problema y pueda manejarlo independiente de nosotros", apunta Rubén Ponce, director del proyecto.
La sustancia "mágica" podría ser un mineral de la zona que absorbe el flúor del agua. "Tiene calcio y aluminio, que se asocian fácilmente con el flúor. Pero también debemos lograr que el agua tratada siga siendo potable", explica Gallará.
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