Esta semana ha venido muy acongojada a contarnos lo que, para ella, es el fin de su vida sexual: le van a poner brackets. Cosa que a mí me causa mucha gracia: no pude evitar soltar una carcajada cuando lo contó y casi derrama un par de lágrimas frente a mí.
Dice que de ser la bomba sexual que siempre se consideró, ahora pasará a ser la bella más fea. De verdad, no pude evitar la risa, porque no le encuentro ninguna conexión, pero la sociedad es perversa, ya lo sabemos, y hay cosas que uno no puede borrar del inconsciente colectivo.
El caso es que me pidió algunos consejos, entonces recordé la experiencia de un amigo, a quien le había ocurrido el caso contrario: su chica los usaba y el pobre sentía un pavor que le carcomía los testículos, cada vez que a ella amablemente se le ocurría hacerle sexo oral.
Con mil cosas intentaba persuadirla, subirla, darle un beso laaaaargo, hacerle cunnilingus o en todo caso evitar toda clase de preámbulos y pasar rápido a la penetración. Y miren que el hecho, de que un hombre evite a toda costa la felación, es grave. Él lo hacía y lo aceptaba, pues no encontraba la manera delicada de decirle a su pareja, que por favor no se le ocurriera enganchar uno de sus alambritos en su delicado pene.
Que su pene es sensible y que lo trate con cariño cuando se le ocurra abrir la boca llena de esa luz plateada, para cerrarla más tarde con su, ya lo dijimos, sensible pene.
Yo hasta el momento, no he tenido ninguna experiencia con alguien que me quiera dar un parque, liga, ligazo desde la boca cuando lo beso. No, ni aunque sean ligas de colores. Tampoco alguien que intente hacerme la ablación del clítoris cuando me practica el cunnilingus. Sólo de pensarlo, ay qué dolor.
Así que me puse a pensar en los vericuetos sexuales y eróticos en que se encuentra alguien que los usa, y cómo ocurre el sexo oral con fierros incrustados en la dentadura para él o para ella, y en los besos, por no decir en las mordidas.
A mi amiga, el doctor le propuso otras dos variantes: o quedarse con la dentadura chueca o en todo caso usar los aparatos correctores de noche.
¿De noche?, se preguntó ella. Y entonces claramente la imagino: terminando una noche acalorada de sexo intenso, para disponerse a dormir con el susodicho al lado y virarse después hacia la mesita de noche, tomar el corrector que se encuentra flotando en un vasito con agua, para ponerlo casi como una dentadura postiza y soltarle un "edsta noche tuve el sedso mas inolvidable. Ha zido uda edspediencia maravilloda". Sonreír bajo una capa de silicón y dormir plácidamente.
Ella dio un rotundo no al corrector, porque se trataba de una afrenta aún más grave a su, ya lo sabemos, intensa vida sexual. No puede ni imaginar el hecho de que un hombre eyacule en su boca, y que de sus nuevos y brillantes cuadros de metal, cuelguen hilos blancos de líquido.
Yo le hago ver que, después de todo, no sería una locura usar ese artilugio dental y que, por el contrario, podría entrar al club de los fetichistas de aparatos dentales y de cirugía, que los hay y son grupos altamente reconocidos en el mundo fetish. Podrá encontrar allí al que se excite con el alambrito más brillante.
También le hago ver que con cariño y maniobras de sumo cuidado, al final será toda una experta de la felación, sin temor a desgarrar el miembro viril del susodicho con todo y preservativo incluido, enredado entre ligas de colores y alambritos. Sólo hay que abrir más la boca y cerrarle los ojos a él o darle una pelota para morder... Depende el caso.
Fuente: Nina/ http://de10.com.mx/11920.html?utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter
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